
Desde hace ya algún tiempo, la utilización de la bicicleta en las ciudades y su convivencia con otras formas de movilidad —a saber: principalmente los vehículos de cuatro y dos ruedas motorizados así como los peatones—viene generando un debate un tanto bizantino, propio de un país que, como casi siempre, llega tarde o de forma incompleta a la mayoría de avances. Sólo así se puede explicar que, inmersos ya en la segunda década del siglo XXI, se esté todavía intentando legislar sobre el uso de la bicicleta, mientras que en países como Holanda estén ya estudiando la posibilidad de introducir
carriles-bici solares. Y acaso habría que reconocer que fue el servicio de alquiler público de bicicletas
Bicing, creado en Barcelona en marzo de 2007, el que más ha contribuido a popularizar el uso de este medio de transporte entre los ciudadanos de las grandes urbes españolas. Con su inesperado éxito se puso sobre la mesa la dificultad a la que se enfrentan los ciclistas en entornos pensados casi exclusivamente para los coches y los viandantes. Es por ello que la
noticia de que la DGT permitirá a las bicicletas circular por las aceras de más de tres metros de ancho resulte especialmente significativa de la incapacidad de nuestros políticos para diseñar planes de movilidad basados en la experiencia de otros países y no en la mera improvisación cortoplacista. Y es que no parece ésta la solución más adecuada a un problema que requiriría una visión casi de Estado (como lo es en Holanda) y donde el carril-bici como infraestructura, tanto en vías urbanas como interurbanas, debería cobrar un protagonismo sin paliativos. Tanto los peatones, los vehículos como las bicicletas precisan de un espacio propio por el que poder circular o pasear, y sin el cual la convivencia armónica no estará garantizada. Un carril-bici bien señalizado y separado de aceras y calles se antoja como la solución inexcusable para cualquier plan de movilidad sostenible. La desmesurada anchura de las aceras en algunas ciudades no puede servir de excusa para abordar un tema tan crucial de forma tan frívola e irracional. Es hora de que como ciudadanos exijamos a nuestros gobernantes soluciones que han demostrado su eficacia en países de nuestro entorno y que, ejecutadas con pre-visión, serían también eficientes desde el punto de vista económico.
Y para muestra de esa convivencia (vehículos, ciclistas y tren) fijaos en la foto de esta entrada tomada en una ciudad holandesa de cuyo nombre no puedo acordarme y que constituye un ejemplo de lo que es un sistema
nacional modélico de carriles-bici. ¡Tendríamos que tomar buena nota!
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